Como si de un buen premio en el tradicional sorteo de Navidad se tratase o uno de tantos regalos que se prodigan en estas fechas, en un rincón de la que fuera Mainake, muy cerca de donde se asentaran los primeros habitantes de la que más tarde sería Malaka, allá por el Cerro de Villar, donde, por temor o prudencia municipal, permanece enterrada la historia, en lo que anteriormente fue pueblo y, cuya riqueza de todos órdenes, suscitó que la Málaga de principios del siglo XX se la anexionara, ha renacido un árbol muerto hace años (algunos dicen que, en realidad, fue asesinado).

El feliz acontecimiento a ocurrido a las puertas de Churriana. Según algunos, originariamente Syriana, en razón de las raíces ancestrales de los primeros habitantes de esta zona, llamados fenicios y que según la prestigiosa arqueóloga, a la que esta tierra tiene tanto que agradecer, Doña María Eugenia Aubet, pudieran proceder de las tierras de Tiro,  hoy Líbano, en otros tiempos pertenecientes a Siria, con la que, en la actualidad tiene frontera.

Quien tenga interés en conocer algo más de estos orígenes que se dé un paseo por el Museo Ifergán, que, al igual que el yacimiento arqueológico, enterrado en vida, antes mencionado, permanece sin que le sea reconocido el lugar preferente que le corresponde .Ya no digo ofreciendo una mínima información en los miles de turistas que nos visitan y que pasan a unos metros de sus puertas camino de los centros comerciales de calle Larios. ¡¡Es que la mayoría de los malagueños no saben ni donde está ubicado!!.

Pero… dejémonos de cuestiones que envenenan el alma y enervan el ánimo del más calmo. ¡Hoy es tiempo de celebrar!.

En estos días, a instancias de las autoridades locales, aunque todavía no de manera oficial, Churriana ha recibido el regalo de darle nueva vida a un árbol muerto.

Hace años que tres hermanos suyos contempla adustos su cadáver desde las puertas del Colegio Ciudad de Jaén. Y, aunque no son sauces, cuando sopla fuerte el levante, lloraban su infortunio. Hoy, aquel dolor se ha tornado, como dirían los humanos, en “sana envidia”.

Por esta vez, la Naturaleza, ha resultado victoriosa y, como escribiera el bueno de Don Antonio Machado, ese tronco no terminará siendo “melena de campana, lanza de carro, ni yugo de carreta; ni arderá, rojo en el hogar, de alguna mísera caseta”, ni esperará, estoicamente, a que “lo descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas” sino que como al viejo olmo de Duero, aunque en esta ocasión se trate de un simple, y tantas veces vilipendiado, eucalipto: “con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido”. En esta ocasión, en forma de figuras esculpidas en su propio cuerpo.

Como dijera Cicerón en cuestiones de Arte: “todo es opinable”. Y según la mía, me ha parecido reconocer en la obra de artista, Don José Casamayor, una selección de imágenes que pretenden realzar el gran misterio y la belleza de la existencia: la Naturaleza, la Paz, la Cultura, el Progreso, el Arte, el Trabajo Bien Hecho, el Dolor, la Astucia y hasta un ligero guiño a esa cosa que, las nuevas generaciones han venido en llamar “slow way of life”, que no es otra cosa que saborear de manera pausada cada momento; en definitiva: el gran enigma de la Vida, que a pesar de las grandes cuerdas que la aprisionan y los remaches que la taladran; a pesar de ocultarnos su verdadera cara, nos abre, de par en par, las puertas de su casa, libre de cualquier tipo de artificio y adorno, para  invitarnos a entrar como huéspedes de pleno derecho. (Alguna paloma, disfrazada de alondra, ya ha posado sus alas en ella).

¡¡Un trabajo bien hecho!! ¡¡Todo un logro!!, por lo que reitero mis más sinceras felicitaciones al artísta, como hice, al paso, personalmente, a uno de sus colaboradores, acompañado de mis hijos y mis nietos, cuando la figura del gato era solo un proyecto.

Ellos no verán crecer este árbol pero, estoy seguro que se deleitaran con su presencia y sacaran sus propias conclusiones sobre lo que el autor pretende comunicarnos.

Entre las imágenes esculpidas, he observado, una especie de placa, probablemente destinada a albergar el nombre de la obra. Me imagino que nadie habrá pensado que esta decisión pudiese ser adoptada mediante consulta popular, que decidiese entre varias opciones.

Por ello, me adelanto y, sin ánimo de competir, se me ocurre, que no sería mal nombre “El Árbol de la Vida”.

Sea como fuere, al viajero que se decida a atravesar el dintel de la puerta de nuestra querida localidad, que esté atento al saludo de un viejo tronco que parece hacer con sus gruesas ramas, un premonitorio signo de tres “uves” de la victoria.

Ojalá que este alumbramiento, de igual modo, dé vida al descampado existente en los aledaños de la Cónsula,  por los que transcurrieron las aguas de la, también olvidada, Fuente del Rey , que, igualmente, merecería un reconocimiento, aunque, algunos, nos conformaríamos con que, al menos sirviese para facilitar el aparcamiento a los visitantes de este monumento y todos los que deseen recorrer a pie las calles de esta barriada y seguir descubriendo los tesoros escondidos entre sus muros y bajo sus piedras, que son muchos.

Dicho uso permitiría preservar la zona circundante a la escultura, de forma que, se pudiera apreciar convenientemente cada uno de sus detalles, sin verse obligado a estar esquivando coches aparcados en su base (a su espalda): ni andando sobre el césped que se revela como el más idóneo mirador natural (al frente). Desde luego, contar con asientos en las zonas ajardinadas aledañas a la escultura ayudaría a la contemplación pausada de la misma.

Y como la madera es hija de la madera, no quiero terminar estas letras sin celebrar también el feliz  advenimiento de un nuevo hito en la historia de nuestro entorno más cercano. Casi trescientos metros de madera unirán los dos brazos de nuestro querido Guadalhorce, atravesando el Parque Natural de su desembocadura y a un tiro de piedra, precisamente, del Cerro del Villar.

Será uno de los tramos más relevantes de la Senda Litoral. Aunque aún queda mucho por hacer.

Ojalá ambas actuaciones sirvan para posicionar a nuestra Churriana en el lugar que le corresponde dentro de Málaga, y a esta con sus homólogas, no como signo de competencia, sino en ejercicio de la responsabilidad, que, como seres humanos tenemos de mejorar y poner en valor las riquezas de las que somos depositari@s, para bien de tod@s.

Espero estar presente en ambos actos de inauguración acompañado de churrianeros de pro, que tanto han hecho por estas tierras, entre los que no podría faltar, como uno de los más representativos, el incombustible Don Cristóbal Salazar (Cristobal de Churriana), a quien, desde aquí, agradecemos su incansable trabajo por el conocimiento y desarrollo de estas tierras.

Manuel M. Montilla M.

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